Maravilloso texto leído en El Aleph. Se lo dedico a todos aquellos ineptos que dudan de la valía de las Matemáticas. A todos aquellos que se atreven a afirmar que no sirven para nada. A todos aquellos que contraponen el valor de otras pseudo-ciencias frente a la madre de todas. A todos aquellos que no pasarían el "Pons Asinorum" o "puente de los asnos".
Ohhh matemáticas…
Cuántas veces te han criticado, cuántas veces han dudado de tu utilidad, cuántas veces han intentado desprestigiarte. Qué fácil es para muchos darte la espalda, qué sencillo es para la mayoría justificarse diciendo que no saben nada de ti.
Posiblemente, aquellos que así se comportan contigo no sepan lo
importante que eres para sus propias vidas. Quizás muchos de los que te
denuestan de esa forma lo hagan porque no alcanzan a percibir la enorme
belleza que encierras.
Seguro que no saben que estudios teóricos sobre poliedros pueden llevar a construir edificios más eficientes, o que la datación de restos arqueológicos está íntimamente ligada a ti. Y creo que no son conscientes de que nunca han visto un mapa plano perfecto de su planeta (y nunca lo verán), o de que es posible que en alguna ocasión sean víctimas de un sorteo injusto que podría ser determinante en aspectos muy importantes de sus vidas. La tremenda alergia que te tienen también les puede hacer caer en errores en juegos de azar, o directamente les podría llevar a pensar que están jugando cuando en realidad no es así.
Convencido estoy de que todavía podemos rescatar a muchas de
estas personas, de que aún podemos tirar de ellas para que se acerquen a
ti. Por esa razón a veces cuento historias sobre cosas que te han pasado, como el culebrón de la resolución de la ecuación cúbica,
o muestro que algunos códigos que manejan a diario no son, ni muchos
menos, letras y números elegidos azarosamente por alguien que se dedica a
ello (el DNI o el IBAN son dos muy buenos ejemplos).
Evidentemente, no todos necesitamos conocerte en gran profundidad. Pero
sí que todos deberíamos tener unos mínimos conocimientos sobre ti para
intentar entender cómo funciona nuestro mundo y para tener capacidad
para preguntarse sobre el porqué de muchas de las cosas que suceden a
nuestro alrededor. Desde por qué las alcantarillas suelen ser redondas hasta las matemáticas del GPS; desde la razón de que las antenas parabólicas tengan exactamente esa forma y no otra hasta lo ingenioso de tu utilización para la creación de Google.
Tú y yo sabemos que no podemos pedir a todos que puedan ver lo bella que es la identidad de Euler o lo maravilloso que es encontrar multitud de tesoros dentro del triángulo de Pascal,
aunque nos encantaría que así fuera. Pero no aspiramos a tanto: muchas
veces nos conformaríamos con que se interesaran los suficiente para
entender que en muchas ocasiones es más conveniente usar la mediana antes que la media o que cuando escuchen hablar del número Pi no se queden en el típico “sí, 3’1416”.
Y, sobre todo, a ti y a mí nos encantaría que cuando apareces
en una conversación lo primero que se pregunten no sea algo así como
“¿y eso para qué sirve?”. Sí, tienes razón, yo tampoco lo
entiendo, pero la realidad es que cuando le cuentas a alguien algo sobre
matemáticas, casi de inmediato pregunta por su utilidad, sobre por qué
nos preocupamos por ello si no sirve para nada, sobre por qué nos
interesa si no tiene un uso directo en nuestras vidas.
Eso no ocurre con muchas otras actividades que realizamos a diario.
Muchas personas (menos de las que deberían) leen libros todos los días.
Con ello pueden mejorar su vocabulario y su habilidad para la lectura y
la escritura, eso es cierto. Pero, ¿lo hacen por eso? No, lo hacen porque les gusta.
Y lo mismo podríamos decir de los que suelen visitar museos, ir al cine
o jugar una partida de cartas. ¿Necesitamos buscarle una utilidad
práctica directa a todo lo que hacemos diariamente? Pienso que no.
Pues contigo, con las matemáticas, pasa exactamente lo mismo. La
mayoría de los que gustamos de profundizar en tus entrañas lo hacemos
porque nos gustas, porque disfrutamos contigo, porque admiramos todo lo
que se puede construir con unas cuantas reglas y mucho ingenio.
Sí, tienes muchas, muchísimas aplicaciones prácticas, pero en general
no profundizamos en ti por eso. Lo hacemos por la misma razón por la que
mucha gente devora literatura o sale a correr todas las mañanas: porque disfrutamos una barbaridad contigo, y lo seguiremos haciendo sin tener que justificarnos por ello.
Me despido ya de ti, aunque por poco tiempo, esperando que este texto
(que, por cierto, nadie podría estar leyendo sin matemáticas) sirva
para que todos los que te rehúyen sean capaces de recapacitar y de
comenzar a interesarse más por todo lo que te rodea, de que todos los
que dudan de ti puedan comprender la importancia que tiene conocerte y,
por qué no, de que quienes no ven todo lo bello que posees intenten
adentrarse en los caminos que tú les marcas para poder cambiar esa
percepción. Tú y yo sabemos lo que se están perdiendo, y por
ello intentamos día a día que pasen a engrosar la lista de personas
enamoradas de ti. ¡¡Larga vida a las matemáticas!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario