martes, 16 de junio de 2009

MARTILLO Y CLAVOS

Esta es la historia de un chico que tenía muy mal carácter. Su padre, un hombre sabio, le dio una bolsa de clavos y le dijo:“Cada vez que pierdas la paciencia y que por ello insultes o agredas a otro, deberás clavar uno de estos clavos detrás de la puerta”.

El primer día, nuestro impaciente amigo clavó 41 clavos detrás de la puerta. A medida que pasaba el tiempo comenzó a clavar cada vez menos. Descubrió que era más fácil controlar su genio que clavar clavos. Esto ocurrió así hasta que llegó el día, luego de unos años, en que pudo controlar su carácter durante todo el día.

Después de informar a su padre, éste le dijo:
“¡Muy bien, hijo, sabía que lo lograrías! Pero ahora debes retirar un clavo cada día que logres estar tranquilo sin ninguna rabia en tu corazón”.

Algunos meses más tarde el joven pudo por fin avisar a su padre que no quedaban más clavos para retirar de la puerta.

Su padre lo tomó de la mano y lo llevó hasta la puerta. Le dijo:

“Has trabajado duro, hijo mío, pero mira todos esos hoyos en la puerta. Nunca más será la misma. Cada vez que te dejaste llevar por la rabia y la impaciencia, dejaste cicatrices en tus seres queridos. Exactamente como las que aquí ves en nuestra puerta. Tú puedes insultar a alguien y retirar lo dicho, pero del modo como se lo digas lo devastará, y la cicatriz perdurará para siempre. Recuerda esto cada vez que estés a punto de agredir a alguien.”

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gran Reflexión, amigo Manuel. Un saludo.